Desde la Declaración de Derechos Humanos, las sociedades parecen evolucionar hacia un objetivo común. Si hubiera que resumir en una palabra todas las políticas, ésta podría ser: Libertad; lo que prometen los mandatarios, desde el más obstinado comunista hasta el fascista más autócrata. Esa libertad se hizo posible gracias a movimientos como la Ilustración, que nos descubrió el estudio y el conocimiento como formas de controlar nuestro entorno. Estudiábamos para saber y la cultura nos hizo libres frente a religiones, políticas, modas, doctrinas sociales… El saber os hará libres, rezan los muros de la Universidad de Salamanca. Cuanto más estudio más sabiduría, más control del entorno, más satisfacción y, sobre todo, más Libertad.
Pero la Ilustración pasó de moda y dio paso a la Revolución Industrial, que convirtió la ciencia en tecnología mientras la economía desplazaba los estudios y el saber. La tecnología nos brinda un vertiginoso avance en comunicación: empezando por la radio, que nos permite cierta autonomía, hasta las pantallas, que nos ocupan oído, vista, manos y la mente completa. Por otro lado, la economía ha evolucionado hasta situar el capital en la cúspide de la escala de valores. El capital lo generan las empresas, y crece instando a la ciudadanía a gastar mucho más de lo necesario. Para eso hay que engañarla y manipularla. Pero como los sabios no se dejan manipular, al estado ni a las empresas interesan ciudadanos cultos. La sabiduría sigue aterrorizando a empresarios y gobernantes. Los políticos más radicales odian la intelectualidad, porque las armas ni la propaganda pueden con ella.
El rápido avance en tecnología, ha sido parejo a la pérdida de libertades. Hoy somos menos libres, porque no estudiamos ni pensamos. Ya no necesitamos saber programación ni química, estudiar historia ni resolver ecuaciones, ortografía, sintaxis… ni siquiera entender la filosofía ¿Para qué? Preguntamos y las pantallas contestan. Así en vez de estudiar para ser libres, ahora ocupamos el tiempo en comprar y pagar. Pagar por pulsar una tecla, por escuchar música, por ver una imagen, por usar la carpeta de descargas. Pagar por todo, muy poco, una miseria; pero una miseria que, multiplicada por millones, llena de inmundicia el día a día. Un montón de basura que ocupa nuestras horas y no nos deja vivir, aún menos estudiar y aún menos pensar.
Son los jóvenes quienes me han llevado a escribir estas líneas. Ellos son el presente y el futuro, y disponen del mismo legado que recogimos de nuestros mayores: un aluvión de obstáculos acumulados generación tras generación, que impide pensar con libertad. La herencia que dejamos a los jóvenes, ese paquete de herramientas que hace crecer la economía, está envenenando el librepensamiento, y la consecuencia es la sangría de valores que troca Sapiens en borregos. Cuando la sociedad se adocena, cuando el pueblo, mayoritariamente, pierde el juicio crítico, hasta la lógica de la democracia y el sufragio universal, quedan en entredicho. La verdadera libertad conforma nuestra particular visión de las cosas. Una percepción individual, que se consigue pensando, observando y volviendo a pensar. Es distinta para cada persona y enriquece la sociedad. La pluralidad de pensamientos es el factor más dignificante de un colectivo. Para conseguirlo, hay que desdeñar la información no solicitada que llega a las pantallas. Lo no buscado debe eliminarse sin leer siquiera la primera palabra. Hay que navegar por las pantallas hacia el destino que nos hemos marcado libremente nosotros mismos. Antes de tocar una tecla, el primer disco duro que debe funcionar es el de nuestra mollera ¿Qué quiero saber? ¿Qué quiero hacer? Luego las pantallas nos ayudarán a rizar el bucle del verdadero progreso: pensar-observar-volver a pensar, enriqueciendo nuestro conocimiento y nuestro juicio crítico.
Las pantallas nos brindan mejoras, sobre todo en agilidad y rapidez, pero a un peligroso coste: la progresiva extinción del Sapiens en favor de una nueva especie, incapaz de imaginar ni ejercitar el librepensamiento. Esa que permite que ancianos radicales, usureros y belicistas, ganen elecciones y presidan los estados. Un movimiento social tan revolucionario como para trocar democracias en totalitarismos, abocándonos a la tercera guerra mundial y dando al traste con cien mil años de evolución.
Muchas gracias. Sí, ponlo donde quieras.
Muy interesante 😃. Lo incluimos en el diario de Substack en español?